Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1735
Legislatura: 1902-1903 (Cortes de 1901 a 1903)
Sesión: 25 de noviembre de 1902
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 56, 1453-1457, 1457
Tema: Afán del Sr. Silvela por conseguir el poder

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta):Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): El Sr. Silvela, no digo que haya repetido su discurso anterior, no; pero, ha venido como a confirmarlo, y en su última parte ha venido a fortalecerlo, porque entonces pidió el Poder, dije yo, por la tremenda, y hoy lo pide, si no por la tremenda, con la insistencia, que es muy difícil que haya corazón que se niegue a la petición de S. S. Yo siento que el Sr. Silvela haya terminado su discurso de esta manera porque cualquiera pensará que todo lo que ha dicho viene a parar a ese punto y que es un discurso verdaderamente interesado, por el fin que se propone, que es el de conseguir el Poder lo antes posible; y eso, naturalmente, ha de quitar fuerza a su argumentación y a las razones políticas que ha expuesto aquí con la elocuencia que le es propia.

Su señoría ha calificado mi conducta con los adjetivos más duros que ha encontrado, no ofensivos, pero duros, por haberme yo entendido con el Sr. Romero Robledo, y por haber querido o no haberme opuesto a que entrara en el Ministerio aceptando, por ejemplo, la cartera de Gracia y Justicia. Eso lo ha calificado S. S. de una manera muy dura, y francamente, no había motivo ninguno para ello, pero mucho menos lo puede haber en S. S. porque S. S. no puede negarme que yo, y que cualquier gobernante español, puede entregar con más confianza el Ministerio de Gracia y Justicia al Sr. Romero Robledo, que S. S. lo entregó al Sr. Durán y Bas, que es enemigo hasta de la unidad de la legislación del país. (Muy bien, en la mayoría.)

Su señoría ha calificado al Sr. Romero Robledo como ha tenido por conveniente. Yo no estoy agra [1453] decido al Sr. Romero Robledo, pero yo hago justicia a mis adversarios y no puede negar S. S. que el Sr. Romero Robledo ha sido siempre liberal, ha tenido siempre manifestaciones o tendencias liberales, y en ese sentido, y tratando de reconcentrar fuerzas liberales, no había motivo ninguno para excluir al Sr. Romero Robledo.

El Sr. Silvela ha calificado de inaudita esta crisis y, sobre todo, la explicación que he dado yo, pareciéndole a S. S. que hubiera sido mejor guardar absoluto silencio sobre ella. ¿Qué hubiera pasado si yo me hubiera negado a dar explicaciones de la crisis? Hubiera querido yo ver entonces a S. S. y a las demás oposiciones. Pero, en fin; yo dije que cuando vino la crisis, encargado yo de la formación del Ministerio, me pareció que debía aprovechar la ocasión de ser el primer Ministerio que iba a nombrar el rey, para ver si daba mayor ensanche a los horizontes del partido liberal, para ver si, atrayendo en un Ministerio a todas las fuerzas y tendencias liberales que andaban dispersas, daba una nueva orientación a la política española, uniendo primero esas fuerzas aisladas, que aisladas no son a propósito para edificar, pero son muy capaces para destruir, y además facilitaba el camino de la política española para la sucesión de los partidos en esta nueva Monarquía. La intención no podía ser mejor. (Risas.) No lo pude realizar, y entonces tuve que limitarme a la constitución de un Ministerio dentro de mi propio partido.

Yo declaro que al verme en esta situación vacilé y tuve el pensamiento de volver con el mismo Ministerio. Pero, Sres. Diputados, si después de la crisis vuelvo con el mismo Ministerio. (Grandes Risas.) los gritos de indignación hubieran llegado al cielo. Se habrían dicho de mí horrores, que todo ello había sido una farsa, sin otro objeto que el de traer el mismo Ministerio. ¿Creéis vosotros que eso era más conveniente que lo que he hecho.?

Pues bien, como esto me pareció una cosa verdaderamente imposible, calculé cómo había de ser la modificación ministerial y ya que no había podido hacer un Ministerio de atracción liberal, como yo deseaba, procuré hacer un Ministerio lo más alto que me fuera posible dentro de mi partido. ¿Cómo podía hacerse esto? Pues trayendo a él a personas ya experimentadas en la gobernación del Estado, a antiguos ex-Ministros; en una palabra, escogiendo entre los candidatos a aquellos que se llaman notables en los partidos. Y con esto me parecía que, ya que no hacía un Ministerio de concentración, podía hacer lo que se llama un Ministerio de altura.

Ahora bien, si mi idea era esa, si yo había de traer al Ministerio a los hombres más experimentados en la gobernación del Estado, más conocidos por su competencia y por su práctica, claro está que yo no podía traerlos sino a costa de prescindir de los más modernos porque lo contrario hubiera sido hacer una cosa por un lado y por otro deshacerla. ¿Tiene esto algo de particular? (Risas.) Nada; esto se ve todos los días en las crisis dentro de un mismo partido. Se cambian dos, tres o cuatro personas para evitar debates agrios, porque haya habido rozamientos entre algunos Ministros y las oposiciones, o entre algunos Ministros y la mayoría, y entonces, sin cambiar de partido ni de programa, se sustituyen dos o tres personas, y con el cambio de esas personas se resuelve la crisis, con esto se aplacan los ánimos y se puede seguir la labor legislativa, si es que estaba impedida por los rozamientos existentes entre algunas fracciones de la Cámara y el Ministro anterior. De manera que eso no tiene nada de particular.

Ya he declarado que si las palabras graves pronunciadas por el Sr. Maura, y recogidas después por el Sr. Silvela, no se hubieran referido, como yo creí, a las deficiencias de nuestra Administración, a la mala fama de nuestra Administración, que no siendo hoy peor que lo ha sido siempre, todavía no es buena y porque no es buena todos nos esforzamos en mejorarla, y el Gobierno anterior como éste están procurando mejorarla y muy deprisa, depurando los escalafones de los diversos centros para buscar los buenos empleados, dándoles las debidas garantías para exigirles después las debidas responsabilidades y presentando, como ha presentado, un proyecto de ley Municipal, variando de arriba abajo esta Administración, como punto de partida para reformar la Administración en todos los ramos del Estado; si yo hubiera creído que aquellas palabras no se referían, como digo, a la deficiencia de nuestra Administración, sino que podían tener relación con uno o varios Ministros de los que han salido del Ministerio, yo declaro, como ya lo he dicho antes, que no hubiera iniciado la crisis como la inicié, y que de haberla iniciado, no la hubiera resuelto como la he resuelto. Si hubiera yo sabido eso, hubiera sostenido a todo trance a los Ministros que han salido, o hubiera salido yo con ellos, porque conociendo, como conozco, su proceder, yo me hago responsable, como me hubiera hecho en el caso a que me he referido, de la gestión de cada uno de ellos en su Ministerio respectivo, y estoy dispuesto a defenderlos contra todos y contra todo. (Aprobación en la mayoría.)

No lo pude sospechar: ¿cómo había de sospecharlo, si de las declaraciones que el mismo Sr. Silvela ha hecho esta tarde, y de otras que hizo espontánea y notablemente el Sr. Maura, resulta que no se referían a personalidad ninguna? ¿Por qué, pues, se ha creído que la significación de la crisis podía afectar a los Ministros que han salido del Ministerio, y no a los que han quedado, y que pudieron salir en todo caso? No hay motivo para creerlo así, no yo tengo la culpa de todo ello, como ha tenido el atrevimiento de decir el Sr. Silvela.

Voy a recoger ahora, porque me parece oportuno en este punto, y hacerme cargo de ellas, algunas indicaciones del Sr. Canalejas. (El Sr. Silvela, D. Francisco: Pido la palabra.) Yo no quiero discutir hoy con el Sr. Canalejas, pero comprenderá el Congreso que tampoco puedo dejar pasar ciertas afirmaciones, que están en abierta pugna con la realidad.

El Sr. Canalejas suponía que de la crisis última sabía más que los Ministros salientes, más que los entrantes, y más, o por lo menos, tanto como yo. Pues bien; S. S. ha demostrado que lo que sabía lo ignora todo el mundo porque eso no ha pasado, no ha existido, y lo que no ha existido no lo sabe nadie. Ahí ha fantaseado S. S. sobre crisis que yo inventé o figuré, haciendo salir unas veces a unos ministros, otras veces a otros, dando palabra a unos de quedarme, a otros de marcharme, y a todos de continuar conmigo. Nada de eso ha pasado. [1454]

Cuando por el estado de la Cámara, por el encono con que yo veía a las oposiciones atacarnos y combatirnos, y sobre todo, por las dudas, de que con gran insistencia se hacían eco el Parlamento y la prensa, respecto a si teníamos o no teníamos el apoyo de la Corona, creía que había llegado el caso de hacerlo, yo expuse a mis compañeros y todos convinimos en esta idea, que para salir de aquella situación lo mejor era presentar a la Corona la cuestión de confianza; y así lo hice cumpliendo el acuerdo del Ministerio que fue adoptado por unanimidad. No hubo entonces nada de lo que el Sr. Canalejas supone; no pasó nada de todo aquello que le ha servido a S. S. para hacer periodos muy hermosos, como lo son siempre los discursos de S. S., pero que en el caso presente están cimentados en el aire, no tienen absolutamente ningún fundamento; de ahí que todo lo demás que S. S. supone cae por su base; como que no la tiene. Después S. S. se ha dedicado a examinar y a explicar la filosofía, digámoslo así, de la confianza de la Corona, dividiéndola en confianza condicional y no condicional y haciendo una porción de disertaciones sobre esta materia, que no viene al caso para nada. Cuando un rey, o un Jefe del Estado, llama a un jefe de partido para encargarle del Poder, se lo encarga generalmente sin condición ninguna. Ya ve S. S. si yo he sido encargado muchas veces de formar Ministerio: pues sólo una vez me pusieron condiciones, y esa vez no lo acepté por las condiciones que me impusieron. (Muy bien, en la mayoría.) Cuando el Monarca, por movimiento de las Cámaras, por pulsaciones de la opinión, considera que es llegada la hora de que un partido llegue al poder, es porque cree que las soluciones de ese partido son las que al país convienen, y al llamar a su jefe lo llama para que gobierno con sus soluciones, con sus procedimientos y con su partido. No hay más condición, ni puede haberla, y no sólo yo, sino todos los demás jefes de partido, aquí y en todas partes reciben el poder de esa manera, porque sería muy difícil recibirlo de otra, fuera de circunstancias especiales.

Cuando existe en el Estado algún hecho extraordinario o culminante, cuando hay un desbarajuste digámoslo así, en la marcha normal de la sociedad, pueden los partidos o los instrumentos de gobierno no encajar bien en aquel estado accidental pasajero en que el país se encuentra, y entonces, claro está que el Monarca, al confiar el poder a uno de los partidos, puede imponer la condición de que procure hacer desaparecer ese estado anormal que en el país existe, del modo que sea posible. Fuera de esto, ¿qué condiciones ha de imponer? Yo no las conozco, ni creo que el Sr. Silvela, que también ha sido llamado al poder, lo haya aceptado habiéndosele impuesto condiciones, seguramente que no se le habrá impuesto ninguna.

Todo el que conoce la historia parlamentaria y constitucional de los países que viven bajo este régimen, saben que los Monarcas llaman a los jefes de los partidos para darles el poder cuando las circunstancias, cuando la opinión, cuando el país lo demandan. Pues el Sr. Canalejas, no sólo ha encontrado anormal y extraordinario que a mí, como a cualquier otro jefe de partido, se nos dé el poder sin condiciones, sino que ha encontrado extraordinario y anormal que un Gobierno pueda pedir un día el apoyo de las mayorías porque así como lo uno puede parecer favoritismo, lo otro puede parecer servilismo. Pues éste es el procedimiento que se observa en todas partes, y las mayorías, muchas veces, en contraposición de las minorías que quieren derribar a un Gobierno o maltratarlo, están en el deber de defenderlo y no lo pueden defender de otra manera que dándole su apoyo. Ya verá S. S. que ya ha levantado bandera y ha dicho que deja la propaganda para ir a gobernar, ya verá S. S. cuando necesite de los amigos que le acompañan si tiene otros medios de hacer valer su influencia y de manifestar su poder ante los que le combaten. No hay otro medio: déjese S. S. de filosofías, que en este punto no tienen nada que hacer.

Pero el Sr. Canalejas iba más allá, y suponía que todas las fracciones de la Cámara, que todas las fuerzas políticas aquí representadas tenían programa, tenían ideales, excepto el Gobierno y la mayoría. Francamente, no esperaba yo eso del Sr. Canalejas; tratar así al Gobierno y a la mayoría, de la que acaba de salir, no me parece bien. Se lo digo a S. S. con toda sinceridad.

Y ahora voy a demostrar al Sr. Canalejas que el único que no tiene programa propio es él. Ya negó en el discurso anterior que el programa del Gobierno de que formó parte fuera continuación del programa anterior, afirmando que era un programa distinto que él había traído. Pues bien, resulta lo siguiente. Este programa, acordado en mi casa, a petición mía, por mi iniciativa, y marcando yo los puntos que habían de constituirle, se redactó primero de una manera especial, y se encargaron de darle forma parlamentaria el Sr. Canalejas y el señor Moret, me parece; pero, en fin, seguro estoy que fue el Sr. Canalejas. Pues bien, ese programa empieza así: "El Gobierno de S. M., al tener el honor de presentarse ante las Cortes, propínese continuar la obra reformadora del Ministerio anterior, y al efecto reproduce, salvo contadas excepciones, todos los importantes proyectos de ley pendientes de las Cámaras."

¿Era continuación o no del Gobierno anterior?.

Pues viene enseguida la parte más importante, en la que hace más hincapié el Sr. Canalejas, que es la cuestión religiosa; y la cuestión religiosa está como el Sr. Canalejas acordó que estuviese, según voy a tener el honor de demostrar, porque dice así el programa: "Tratándose de una ejecución estricta del Real decreto de 19 de Septiembre, parece innecesario declarar que el Gobierno se atiene a los establecido en el art.2º de la ley de 30 de Junio de 1887, sobre cuya interpretación formuló la Secretaría de Estado de la Santa Sede reclamaciones acogidas por el Ministerio anterior con aquellos filiales respecto compatibles siempre con la integridad de los derechos del Estado. "En la actualidad se activa la tramitación de estas reclamaciones, que las constantes prácticas internacionales sustraen por ahora al conocimiento de las Cámaras, a las que en sazón oportuna se comunicará también el resultado de las negociaciones establecidas para la reforma del presupuesto de obligaciones eclesiásticas." Pues están como estaban, exactamente lo mismo. ¿Es que ahora no debemos tener esos respetos filiales que el señor Canalejas aconsejaba que tuviéramos? (El Sr. Canalejas: ¿Estamos en 5 de Abril?). No estamos en 5 de Abril; [1455] pero estamos cuatro meses más adelante, que quitando los dos o tres de verano, resultan un espacio de tiempo bastante corto para unas negociaciones con un Estado extranjero, y sobre todo con Roma, que sabe S. S. que siempre camina despacio. (Risas.) Espasmo en la negociación y bien sabe S. S. que si no está concluida o no está más adelantada no depende esto del Gobierno; que el Gobierno, en el momento en que recibe nota de Roma, en el acto manda la contestación. (Risas.) No sé lo que significan esas manifestaciones, pero yo declaro que es imposible por parte del Gobierno español andar más deprisa; que ir más deprisa sería faltar a aquella cortesía que el Gobierno español debe a los de las demás naciones cuando con ellos trata, y sobre todo, al Padre común de los fieles. Mas como esto ha de tener un término, si el Papa, si Roma, mejor dicho, detuviera las negociaciones más de lo regular, el Gobierno español, después de ofrecerle un plazo razonable y de alguna consideración, está resuelto a que todas las Asociaciones religiosas que no estén concordadas entren en la ley común. (El Sr. Canalejas: Pido la palabra.) ¿Haría más el Sr. Canalejas? Pues, entonces, ¿por qué se ha separado del partido liberal, ya que en todas las demás cuestiones marchamos paralelamente? Ahí está el Instituto del Trabajo; ahí están los demás proyectos de ley que S. S. ha defendido; ahí está la ley de Asociaciones, que será presentada. Y ahora voy a declarar una cosa, y es, que la ley de Asociaciones, a que S. S. da tanta importancia, tiene poco que ver con las asociaciones religiosas; sólo en cuanto pueden ser asociaciones; pero hasta en eso S. S. ha tomado una parte muy pequeña. Se trató de la ley de Asociaciones, pero no bajo el aspecto de las asociaciones religiosas; aquí está el programa, y dice así. "Afirmó el Gobierno precedente y ratifica el actual (siempre resulta que el Gobierno de que formó parte el Sr. Canalejas era continuación del anterior, que es lo que yo dije y lo que negaba el señor Canalejas), que los complejos problemas de derecho público, derecho privado y orden económico suscitados por el amplio desarrollo de la asociación para los diversos fines de la vida en las sociedades modernas, rebasan los estrechos moldes de la legislación actual y exigen una ley orgánica, cuya aprobación considera el Gobierno como uno de sus capitales empeños." No se ha hablado una palabra de asociaciones religiosas.

El Gobierno no tiene inconveniente en presentar la ley de Asociaciones; lo que hay es que el Gobierno ha presentado muchos proyectos, y quiere presentarlos con el orden de preferencia que las necesidades del país exigen, y éste no cree que sea el que reclama más preferencia sobre otros muchos, acerca de los cuales no hay legislación especial ninguna. Porque, después de todo, para las Asociaciones hay una legislación deficiente, es verdad, que la vamos a completar, pero no sucede en éste lo que en aquellos asuntos que no tienen legislación alguna, y sobre los cuales es necesario hacer algo, porque nos abruman a diario y no sabemos qué resolver. De modo, que ésa es la única diferencia que hay entre el Sr. Canalejas y el Gobierno actual y el Gobierno anterior.

Así es que el Sr. Canalejas no ha tenido motivo ninguno para tratar a su partido de la manera que le ha tratado porque el partido sigue con el programa que él aprobó y está dispuesto a realizarlo y lo realizará. (Muy bien.) No tenía, pues, el Sr. Canalejas motivos para tratar a sus amigos y a sus correligionarios de la manera como les trató. Así resulta que yo no soy quien ha expulsado a S. S. del partido. (El Sr. Canalejas: Toda la Cámara lo oyó, y la Nación lo sabe.) Toda la Cámara oyó un discurso tremendo de S. S., y cuando un personaje político de esa manera se conduce con un partido, no es posible que continúe en él, pero es porque él se va, porque él maltrató al partido porque lejos de fortalecerlo lo perturba y lo aniquila. De manera que yo, ¿qué iba a hacer? ¿Cómo quería el Sr. Canalejas que yo consintiera que S. S., llamándose liberal, estando en el partido liberal, tratara de la manera que lo hizo al partido liberal? Todavía lo que a mí se refiere lo podía pasar y lo hubiera pasado, pero tratar de ese modo al partido, eso no. (Rumores en las oposiciones.- Aprobación en la mayoría.)

De modo, que yo no expulsé al Sr. Canalejas; tuve mucho sentimiento al ver que él se salía de esa manera del partido, después de lo cual yo no tenía que hacer más que tomar nota y darme por enterado; pero tomar nota y darme por enterado con harto sentimiento mío.

El Sr. Canalejas supone que se ha quedado ahí formando la izquierda más extrema, representando los ideales más progresivos del partido liberal No, dispénseme S. S. que le diga que esos ideales y esas tendencias hace mucho tiempo que están representadas en el partido. Ahí está la representación de lo que se llamó el posibilitismo, los amigos de Castelar, que vienen representando esas tendencias desde el año 1889, en que por consejo de aquel insigne patricio entraron en la Monarquía, suponiendo que la Monarquía había de dar más triunfos que otra forma de gobierno a los ideales que entonces defendían y que siguen defendiendo.

Ésa será la vanguardia, esa será la extrema izquierda y la representación de los ideales más progresivos, como ha venido sucediendo hasta aquí. Su señoría, créamelo, en la situación en que se ha colocado, no será más que un obstáculo, un obstáculo grande para el partido liberal; será una dificultad; pero, Sr. Canalejas, ha tenido tantas dificultades el partido liberal para realizar la obra, que al fin y al cabo ha realizado, que una más, claro es que hará nuestra labor más difícil, pero creo que será vencida, como hemos vencido otras muchas.

Perdone S. S. que me haya visto precisado a hacer estas indicaciones; no quería combatir hoy a S. S., he procurado no combatirle, pero he tenido que poner las cosas en claro, dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios; dar a S. S: lo que le corresponde, pero dejar al Gobierno y al partido liberal en el lugar a que tienen derecho. (Muy bien, en la mayoría.)

Después de esto que he contestado al Sr. Canalejas, y que también puede tener aplicación a la respuesta que había de dar al Sr. Silvela, voy a decir muy poco más, porque el Sr. Navarro Reverter dijo ayer que no se había verificado la concentración liberal porque el tetuanismo es todo acción, todo movimiento, y yo soy todo pereza, todo negligencia. Está bien; a eso le contestaré, que apenas ha habido momento difícil en este país en que yo no haya sido llamado al poder, le he recibido en los momentos [1456] más tremendos y he sabido salvar esas situaciones peligrosas, situaciones que no se salvan seguramente con negligencias. También S. S. ha supuesto que no pudo verificarse la concentración porque SS. SS. son todo iniciativas, todo energías, y yo soy todo apatía, no hago nada, no tengo iniciativa ninguna. Pues yo le contesto a S. S., que apenas hay reforma democrática de importancia en este país, de treinta años a esta parte, que no lleve mi nombre, (Muy bien.); a todas las grandes reformas que se han hecho en este país, a todas, he contribuido grandemente, y como yo estoy convencido de que no tiene la Monarquía mejor defensa que la libertad, ni la libertad, el derecho y la democracia, mejor escudo que la Monarquía, he procurado marchar siempre en la misma tendencia. ¡Ah! claro está que en asuntos difíciles hay que detenerse alguna vez en el camino y buscar vueltas y revueltas porque seguir por el camino derecho muchas veces es difícil, y no sólo es difícil, sino que es contraproducente, que no se toma en ocasiones una posición atacándola de frente. (Muy bien.)

Siempre he tenido esta tendencia, siempre he sido conducido por el mismo espíritu. Y como tengo esta convicción, y como he hecho lo que he hecho y todavía pienso hacer más, si Dios me da algún tiempo de vida y me son favorables los aires de la izquierda, completaré mi obra, que consiste en poder anunciar al mundo que la Monarquía española es la Monarquía más liberal y más democrática de Europa. (Muy bien.- Aplausos prolongados.)



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